La desconexión entre ambas tasas subraya la necesidad de una respuesta firme por parte del gobierno y la sociedad.
En Brasil, 2024 presenta una nueva dinámica en la Amazonia que requiere análisis y acción estratégica para el futuro del bioma. La deforestación ha disminuido casi un 50%, mientras que los incendios han aumentado significativamente en comparación con 2023, rompiendo la tendencia habitual de que ambas tasas se muevan en paralelo. Habitualmente, tras la deforestación, las áreas suelen quemarse para agricultura o ganadería. ¿Por qué esta vez es diferente?
La deforestación en la Amazonia brasileña cayó un 45,7% entre agosto de 2023 y julio de 2024, el mayor descenso proporcional registrado en este periodo, según datos de Deter-B del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), con una alerta mínima de 4.300 km². Sin embargo, el INPE registró más de 22.000 incendios en la Amazonia hasta julio de 2024, el mayor número desde 2005 y un aumento del 77% respecto al mismo periodo de 2023, cuando se contabilizaron 12.700 incendios en el bioma.
La Amazonia ha sufrido fenómenos climáticos extremos cada vez más intensos en los últimos años, incluyendo inundaciones récord en 2021 y 2022, seguidas de sequías históricas en 2023 y 2024, lo que sugiere un cambio en el régimen de lluvias y en el caudal de los ríos.
El índice de sequía de la Amazonia alcanzó niveles récord este año, exacerbado por el calentamiento global, lo cual aumenta la inflamabilidad de los bosques y eleva el riesgo de incendios, según datos de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Muchos expertos alertan sobre el efecto dominó de los incendios en la Amazonia, donde la vegetación no está adaptada al fuego. Los bosques quemados sufren alta mortalidad de árboles, creando material combustible para futuros incendios, que resultan más destructivos cada vez y complican las labores de extinción.
Los modelos climáticos proyectan un aumento en la frecuencia de fenómenos extremos, impulsados por el cambio climático y la deforestación. Con 2024 como el año más cálido en una década, el bosque se vuelve más vulnerable a los incendios. Las consecuencias sociales son graves: la contaminación del aire afecta la salud pública y la escasez de agua y alimentos golpea tanto a zonas urbanas como a comunidades amazónicas.
Desde el punto de vista ambiental, los incendios deterioran la biodiversidad de los bosques, ríos y lagos, afectando su potencial socioeconómico y los servicios que el ecosistema provee. Económicamente, la navegación sufre por la baja de los ríos, afectando tanto a la industria como a la población, además del encarecimiento de los alimentos.
El desacoplamiento entre deforestación e incendios sugiere que se necesita una acción más decidida. Es esencial una campaña nacional de educación ambiental que involucre a todas las escuelas, junto con sanciones más severas contra los incendios intencionales. A nivel estructural, se requiere inversión en equipos adecuados, incluyendo aviones y helicópteros, y la creación de brigadas de combate en todas las comunidades. Las empresas pueden aportar fondos y las ONG mejorar la eficiencia en el uso de los recursos.
La sequía de 2024 en la Amazonia debe tomarse como una alarma climática. Ignorada en la sequía de 2023 y la inundación de 2022, es momento de dejar de lado el negacionismo y afrontar el cambio climático de manera efectiva.
Fuente: https://elpais.com/america-futura/2024-10-27/mas-incendios-y-menos-deforestacion-que-pasa-en-la-amazonia-brasillena.html
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