Las paredes blancas recién pintadas brillan en la nueva colonia de El Bosque, ubicada a unos 10 kilómetros del pueblo original, a las afueras del municipio de Frontera. “Cada casa tiene dos habitaciones, una pequeña cocina y sala, y un patio para lavar y colgar la ropa. Muy bien en ese aspecto”, relata por teléfono Guadalupe Cobos, una de las reasentadas. Las viviendas son de un solo piso, con unos 50 metros cuadrados de construcción en terrenos de 160 metros cuadrados, ideales, según Cobos, para “cultivar algunas cosas y poner flores”. El terreno fue cedido por el Gobierno de Tabasco, mientras que el proyecto, que costó 38 millones de pesos (1.8 millones de dólares), fue financiado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y la Comisión Nacional de Vivienda. Tras cuatro años de lucha por parte de la comunidad y organizaciones aliadas, las autoridades entregaron las llaves. “Me siento feliz al ver a la gente contenta en el nuevo fraccionamiento, siento que es algo muy bonito, lo logramos, se cumplió el sueño”, dice Cobos, quien rápidamente recuerda: “Esta historia no ha terminado, porque aún quedan familias por reubicar, pero si logramos esto, podemos incluir a todos”.
México es el cuarto país más vulnerable a los efectos del cambio climático, según el World Risk Index, y Tabasco es una de las áreas más afectadas. Este estado, donde algunas zonas están por debajo del nivel del mar, podría perder un cuarto de su territorio para 2050, explicó Nora Cabrera, abogada climática de Nuestro Futuro. Además, la región enfrenta eventos tropicales como huracanes y los "nortes", frentes de lluvias frías y vientos fuertes, que son especialmente temidos en este pueblo pesquero.
El Bosque es como un dedo que se extiende hacia el golfo de México, rodeado de agua. Situado en la desembocadura del río Grijalva, antes se accedía a través de una carretera estrecha, ahora desaparecida por el avance del agua. Los residentes construyeron un camino alternativo, pero pocos creen que dure mucho más. Desde 2019, los habitantes enfrentan lluvias más intensas, huracanes, temperaturas en aumento y el mayor impacto: el ascenso del nivel del mar. En solo cinco años, la playa se ha desvanecido, el agua ha avanzado cientos de metros y las casas, derrumbadas, son ahora islotes de cemento en medio del mar.
Lupe Cobos anotaba en una libreta los nombres de los que ya se habían ido. Ahora, esa lista incluye a su madre, su hermana y la escuela del pueblo. Su casa, antes centro de reuniones, está ahora a 20 metros del agua.
En El Bosque aún reside Margarita Chípuli. Ella y su esposo trabajan en Celestún, Yucatán, pero siguen viviendo en la comunidad. No fueron incluidos en la lista de reubicación del Gobierno, una decisión que ni vecinos ni organizaciones logran entender. “Es inexplicable, porque tienen todos los documentos: Margarita tiene sus recibos prediales y de luz, igual que Verónica y Pablo Cardosa, quienes también perdieron sus casas y cuentan con comprobantes de domicilio”, explica Juan Manuel Orozco, de Conexiones Climáticas, que junto a Greenpeace y Nuestro Futuro han apoyado el caso.
“La elaboración del padrón fue compleja desde el inicio”, dice Orozco, quien insta al Gobierno a aprender de este caso para futuros desplazamientos: “La falta de criterios claros y consensuados con la comunidad ha generado una percepción de injusticia. Aunque, en términos generales, El Bosque fue reubicado y la mayoría de las familias se benefició, algunas quedaron fuera”. Rodrigo Chávez, director de la Comisión Nacional de Vivienda, comentó que se investigará la situación de “cinco o seis familias” que alegan no haber sido incluidas.
El caso de El Bosque es solo el comienzo. “Esta situación demuestra la necesidad urgente de actuar contra las causas del cambio climático, que ya está afectando a las comunidades. Necesitamos financiamiento para pérdidas y daños, pero será más barato y menos doloroso abordar las causas para evitar que empeore”, dice Orozco. Mientras tanto, Lupe Cobos aún contesta desde su parcela, rodeada de agua. No ha dejado su fogón, ni sus gallinas ni su cerdo, que no puede llevar al nuevo hogar: “No soy capitán, pero seré la última en irme. Soy gente de mar, me gusta pescar, y estar lejos será difícil. Pero le digo a mi esposo que tenemos la oportunidad de empezar de nuevo”.
Fuente: https://elpais.com/mexico/2024-11-21/la-victoria-del-bosque-los-primeros-desplazados-climaticos-de-mexico-son-reubicados.html
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