Las conversaciones internacionales entran en su fase final con el debate sobre la restricción de fabricación de polímeros como principal obstáculo, una medida rechazada por países petroleros.
Las discusiones para alcanzar un tratado que combata la crisis global de contaminación por plásticos, presente en Ginebra, Suiza, donde se han reunido representantes de cerca de 180 naciones. Sin embargo, el diálogo auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) vuelve a encallarse en un punto clave: la posibilidad de limitar la producción de plástico virgen como vía para atajar el problema.
El presidente del comité negociador, el ecuatoriano Luis Vayas, presentó un borrador que muchos calificaron de poco ambicioso, al omitir cualquier mención a la reducción en la producción de plásticos y a la restricción de químicos presentes en estos productos. La ONG A Plastic Planet denunció que evitar límites vinculantes ofrece a la industria de combustibles fósiles un “respiro” a través del plástico, justo cuando el mundo avanza hacia el abandono del petróleo y el gas.
Se esperaba que la presidencia propusiera un nuevo texto y convocara al plenario, pero ambos pasos se han retrasado. El acuerdo debería haberse cerrado en diciembre pasado, en Busan (Corea del Sur), pero ante la falta de consenso se otorgó esta prórroga en Ginebra.
El mandato de elaborar un tratado global contra la contaminación por plásticos surgió en 2022 durante la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente en Nairobi (Kenia), que acordó crear un instrumento legalmente vinculante que abarque el ciclo de vida completo del plástico. Esa referencia, que implica medidas desde la producción hasta la gestión de residuos, fue difícil de incluir y hoy sigue siendo uno de los principales puntos de fricción.
Un centenar de países respaldan la inclusión de límites a la fabricación de plástico virgen, mientras que naciones petroleras, responsables de un 98% de la materia prima plástica, quieren centrar el tratado solo en reciclaje y gestión de desechos. Arabia Saudí lidera este bloque, apoyado por el sector petrolero, que ve en los plásticos una vía para compensar la caída de ventas de combustibles fósiles derivada del auge de la movilidad eléctrica.
Diversos estudios, como los de la OCDE, alertan de que sin restricciones, la producción global de plásticos aumentará un 70% entre 2020 y 2040, pasando de 435 a 736 millones de toneladas, mientras que solo un 6% procederá de materiales reciclados. Además, la basura plástica mal gestionada que acaba en ríos, mares o suelos crecerá un 50%. El bajo coste del plástico virgen reduce el incentivo para reciclar, perpetuando la acumulación de residuos.
La Unión Europea, representada por la Comisión, se opone a rebajar la ambición del tratado y exige que incluya límites productivos. Francia, uno de los países más activos, ha reclamado a través del presidente Emmanuel Macron que se adopte un texto a la altura de la crisis ambiental y sanitaria. España, mediante la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, recordó que la contaminación plástica amenaza la biodiversidad, la salud y la vida de millones de personas, instando a aprobar un acuerdo que cubra todo el ciclo de vida del material.
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