Con unos 690 metros en su punto más ancho, el lago no se conecta directamente con las numerosas vías fluviales cercanas, y la aproximación final requiere atravesar un sendero pantanoso. Letreros metálicos oxidados advierten de la "zona de peligro de radiación" y prohíben perforaciones o construcciones. Alrededor del lago, grandes montículos de tierra se extienden serpenteantes.
"El agua era transparente", comenta Andrei Fadeev, bloguero ruso de Perm, tras visitar el lago en un día soleado de verano de 2024. Su dosímetro registró niveles de radiación más altos de lo habitual, pero asegura que no percibió amenaza alguna. "La taiga ha recuperado su lugar", añade.
El Lago Nuclear surgió el 23 de febrero de 1971, cuando la Unión Soviética detonó tres dispositivos nucleares a 127 metros de profundidad. Cada uno tenía una potencia de 15 kilotoneladas, similar a la bomba lanzada sobre Hiroshima en 1945. El experimento, llamado "Taiga", formaba parte del programa soviético de explosiones nucleares pacíficas (ENP).
La intención era excavar un canal que conectara la cuenca del Pechora con la del Kama, afluente del Volga, desviando agua del Ártico hacia regiones más cálidas y densamente pobladas del sur de Rusia y Asia Central. Este proyecto era uno de varios planes gigantescos para redirigir los ríos siberianos a través de canales y embalses.
Leonid Volkov, científico involucrado en "Taiga", recordó la detonación: "Comenzó la cuenta regresiva: 3, 2, 1… y chorros de tierra y agua se dispararon hacia arriba. Fue un espectáculo impresionante".
A pesar de que se intentó minimizar la lluvia radiactiva con explosivos de baja fisión, las detonaciones fueron detectadas hasta en Estados Unidos y Suecia, cuyos gobiernos protestaron formalmente, acusando violaciones al Tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares.
Cincuenta años después, el Lago Nuclear es una curiosidad turística y un recordatorio tangible de los megaproyectos soviéticos. La idea de redirigir ríos hacia el sur llevaba un siglo en discusión, con propuestas desde 1871 y planes estalinistas en los años 30, motivados por la posibilidad de usar los recursos hídricos de Siberia en zonas más pobladas y áridas, como Asia Central, para la agricultura y la recuperación del mar de Aral.
Douglas Weiner, historiador especializado en política ambiental soviética, señala que el agua que fluye hacia el Ártico se consideraba "un recurso precioso no aprovechado", por lo que la tentación de redirigirla era constante.
Durante los años 70 y principios de los 80, la Unión Soviética invirtió cientos de millones de rublos en el proyecto, con casi 200 institutos de investigación y más de 68.000 personas involucradas. Para el régimen, los megaproyectos demostraban capacidad técnica y competitividad frente a Occidente durante la Guerra Fría.
La inversión de los ríos buscaba afectar no solo el Volga, sino también el Obi y el Irtysh, canalizando hasta un 10 % de sus aguas hacia Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán mediante un canal de 1.500 km. La resolución de mayo de 1975 del Partido Comunista preveía iniciar el flujo hacia Asia Central en 1985 y concluir el proyecto en 2000.
Sin embargo, científicos y expertos se opusieron al plan desde el inicio, y a principios de los 80 surgió una campaña pública inusual: ensayos, cartas y poemas criticaban el proyecto. El poeta Fazil Iskander escribió: "Es imposible saber qué pasa por la cabeza del régimen…". Los intelectuales denunciaron costes desorbitados, impacto ambiental imprevisible y el riesgo de alterar hábitats únicos y el clima de Siberia.
El desastre de Chernóbil en 1986 intensificó las preocupaciones y el primer ministro Mijaíl Gorbachov canceló el proyecto meses después. Otros factores incluyeron el alto costo y la crisis financiera derivada de la caída de precios del petróleo.
A pesar de la caída de la Unión Soviética, la idea no desapareció. En 2008, el alcalde de Moscú Yuri Luzhkov defendió redirigir los ríos siberianos, y en 2025 dos científicos rusos sugirieron que los avances técnicos podrían hacer viable el proyecto, alineado con el "giro geopolítico hacia el Este".
No obstante, expertos como Tom Rippeth advierten que alterar estos ríos podría afectar la estructura del océano Ártico, acelerando el derretimiento del hielo marino. El historiador Josephson prevé que la idea podría resurgir, quizá con China como destinatario del agua rusa.
Las explosiones nucleares que dieron origen al Lago Nuclear se consideraron un fracaso: el cráter era insuficiente, y otras pruebas planificadas nunca se realizaron. En 2024, los niveles de radiación eran en su mayoría normales, aunque algunos puntos mostraban aún valores elevados. Andrei Fadeev, cauteloso, evitó acercarse demasiado al agua: "No me di un baño", concluye.
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/cm2kvr9k34eo
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