A sus 79 años, Rifkin (nacido en Denver, Colorado) es una de las voces más influyentes del panorama global. Sus ideas son atendidas tanto en Bruselas como en Pekín, y su labor tiene como centro una oficina en Bethesda, un suburbio de clase alta en Maryland, cerca de Washington. Rifkin, autor de más de veinte libros, trabaja en equipo, como destaca en una reciente entrevista. “Cuando digo ‘nosotros’, me refiero a los Gobiernos con los que colaboro y al grupo TIR Consulting, que reúne a las mentes más brillantes en materia climática”.
TIR, acrónimo de Tercera Revolución Industrial, es también el título de uno de sus libros más influyentes, publicado en 2011. Su nuevo ensayo, Planeta Aqua (Paidós, traducción de Pedro Pacheco González), persigue un ambicioso objetivo: replantear la relación de la humanidad con su entorno. Rifkin argumenta que debemos corregir un error que llevamos cometiendo desde hace seis mil años, desde la civilización hidráulica de Mesopotamia. Para él, no vivimos en el Planeta Tierra, sino en el Planeta Agua. Este cambio de perspectiva es clave, asegura, para enfrentar la rebelión de la hidrosfera.
El libro conecta ideas de pensadores como Adam Smith y John Locke con el concepto de lo sublime, al tiempo que abarca temas como la agricultura neolítica, los parques nacionales de Estados Unidos y el movimiento juvenil contra el cambio climático, que cobró fuerza antes de la pandemia. Rifkin sostiene que nuestra arrogancia radica en haber monopolizado el agua del planeta para satisfacer las necesidades de una especie que representa menos del 1% de la biomasa global, pero consume el 25% del agua disponible, porcentaje que podría superar el 40%.
Según Rifkin, los efectos del calentamiento global provocado por los combustibles fósiles serán devastadores: la mayoría de las presas colapsará antes de 2050, ya sea por inundaciones o sequías extremas. Sin embargo, lamenta que este problema crucial sigue siendo ignorado.
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