Uno de los mayores retos globales radica en afrontar los graves problemas medioambientales que ponen en riesgo tanto el presente como el futuro de la vida en la Tierra. Se incrementa la conciencia sobre los efectos dañinos que nuestras acciones humanas tienen en los ecosistemas naturales. Paradójicamente, nuestras acciones comprometen no solo la calidad del entorno, sino que también ponen en peligro la salud humana en última instancia. A causa de la actividad humana, se ha producido un aumento significativo en la concentración de diversas sustancias contaminantes en la atmósfera, las cuales resultan perjudiciales para los seres vivos. Esto a su vez conduce al efecto invernadero y al consiguiente cambio en los patrones climáticos de la Tierra, dando lugar a un aumento de fenómenos meteorológicos extremos que se materializan en forma de olas de calor, nevadas intensas, inundaciones, tornados, huracanes, sequías e incendios forestales.
El cambio climático es actualmente reconocido como el desafío más apremiante al que se enfrentan tanto la ciencia como la sociedad. Aunque en ocasiones se ha conceptualizado como un problema que afecta en su mayoría a los osos polares, cada vez es más claro que estos fenómenos pueden causar directa o indirectamente afectaciones físicas y psicológicas en los seres humanos. Por ejemplo, la salud física de las personas se ve amenazada por las altas temperaturas, la inhalación de partículas contaminantes presentes en el aire que respiramos y el aumento de enfermedades que anteriormente eran más localizadas, como el dengue o el paludismo. Además, se añade el impacto social originado por migraciones forzadas y conflictos vinculados al cambio climático.
Impacto de la Crisis Climática en la Salud Mental y la Emergencia de la Ecoansiedad
Los efectos del cambio climático sobre la salud mental pueden no ser tan evidentes como sus repercusiones físicas, pero existe una base científica que respalda la relación entre la crisis ambiental y la salud mental. Las investigaciones han demostrado que las intensas tormentas asociadas al aumento de las temperaturas globales están vinculadas a niveles elevados de trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad y abuso de sustancias, como el alcohol. Además, el estrés derivado de los desastres naturales que afectan la infraestructura y la sociedad, incluyendo el cierre temporal de instituciones educativas y de salud, así como la interrupción de sistemas de transporte, añade presión emocional. Recientemente, los estudios han explorado la ansiedad generada por las percepciones individuales sobre el cambio climático y sus consecuencias, incluso en aquellos que no han experimentado directamente sus impactos.
Ecoansiedad: Explorando una Realidad Emocional
La ecoansiedad surge en un mundo donde la crisis climática y sus implicaciones se encuentran en constante evolución. Este fenómeno refleja la carga psicológica que se experimenta al enfrentar los desafíos ambientales que afectan el planeta y tienen impacto en nuestras vidas. La ansiedad, definida como un estado de agitación y preocupación, encuentra en la crisis ecológica, incluyendo el cambio climático, una fuente de situaciones difíciles de manejar debido a la incertidumbre, imprevisibilidad y falta de control. Así, es natural que los científicos muestren interés en el estudio de la ecoansiedad, que aborda la aprensión y el estrés que las personas sienten respecto a las amenazas a los ecosistemas. La ansiedad ante el cambio climático, una forma prominente de ecoansiedad, abarca miedos, preocupaciones, culpabilidad, desesperanza, pérdida y melancolía generados por el fenómeno. Cabe resaltar que la ansiedad en sí no es siempre patológica; se diferencia entre ansiedad adaptativa, que motiva la búsqueda de soluciones, y ansiedad disfuncional, que lleva al sufrimiento y a menudo a la inacción.
Diversos Niveles de Ecoansiedad
Investigaciones en múltiples países, incluyendo España, Estados Unidos, Brasil, Nigeria, Reino Unido, Italia, Alemania, Canadá, Filipinas e India, indican una respuesta emocional negativa al cambio climático que ha aumentado en los últimos años. Aunque es común, en la mayoría de los casos no se considera patológica. Sin embargo, se han identificado grupos más vulnerables a niveles altos de ecoansiedad. Las personas con mayor conexión a la tierra, como indígenas, agricultores y ganaderos, experimentan más temor y desesperanza frente al cambio climático. También, aquellos con menos apoyo social y resiliencia muestran mayor ecoansiedad. Las mujeres puntuaron más alto en ecoansiedad que los hombres, reportando mayor nerviosismo y angustia ante el cambio climático.
Sensibilidad de Niños y Adolescentes ante la Ecoansiedad
Los niños y adolescentes poseen una sensibilidad particular hacia la ecoansiedad debido a que están en proceso de formación de su percepción del tiempo, el espacio y el yo. En consecuencia, los problemas ambientales abstractos como el cambio climático pueden resultar abrumadores para ellos, generando sentimientos de frustración, miedo y desesperanza. Una investigación realizada en el Reino Unido con niños y adolescentes de 8 a 16 años reveló que el 73% de ellos se preocupa por el estado del planeta, el 19% ha experimentado pesadillas relacionadas con el cambio climático y el 41% duda de que los adultos tomen medidas eficaces para enfrentar la crisis climática.
Un estudio reciente en España, con colaboración de las universidades de Zaragoza, Pontificia Comillas y Autónoma de Madrid, mostró que aproximadamente el 50% de los 1.300 adolescentes entrevistados (edades entre 12 y 19 años) sienten temor a posibles eventos terribles vinculados al cambio climático. Además, el 20% manifestó nerviosismo, angustia o tensión al considerar el cambio climático. Estos sentimientos son más pronunciados en aquellos que carecen de confianza en que los políticos aborden eficazmente la crisis climática, lo cual se aplica a más del 50% de los entrevistados.
El 40% de los adolescentes cuestiona por qué no se maneja mejor el problema del cambio climático, y un 15% de ellos experimenta dificultades de concentración debido a esta cuestión, lo que podría afectar su vida cotidiana, como en el ámbito educativo. Aquellos adolescentes con una fuerte conexión emocional con la naturaleza son más propensos a padecer ecoansiedad, coincidiendo con hallazgos en adultos, donde aquellos dedicados al estudio del clima y los que identifican la naturaleza con su identidad sufren ecoansiedad, a veces incluso abandonando su profesión.
De la Inacción a la Acción
Aunque la tecnología puede ayudar a paliar el daño ambiental causado por nuestras acciones, no existe una solución meramente técnica para la crisis ecológica actual. Por lo tanto, las intervenciones para abordar los desafíos ambientales deben fomentar cambios en actitudes y comportamientos personales y colectivos. Educadores y psicólogos ambientales han utilizado la estrategia de enfatizar los impactos adversos de las acciones humanas en la naturaleza, con el fin de promover sentimientos negativos como la indignación por la insuficiente protección del entorno y la culpa por el legado que dejamos a las generaciones futuras. Estos sentimientos, junto con la ecoansiedad resultante, pueden impulsar acciones a favor del medio ambiente, pero también pueden generar una reacción opuesta. Es posible sentir que nuestros esfuerzos no serán suficientes para revertir la crisis climática, o que el mensaje es demasiado alarmante, lo que podría llevar a niveles disfuncionales de ecoansiedad o incluso apatía ante la crisis climática.
Existen otras estrategias para fomentar comportamientos proambientales que evitan el enfoque más alarmante y, al mismo tiempo, tienen el potencial de reducir la ecoansiedad. Una de las tácticas que ha ganado relevancia en los últimos tiempos es la promoción de un sentido de pertenencia a una comunidad consciente de la causa climática. Investigaciones recientes indican que el uso de redes sociales y la influencia ejercida por "influencers" pueden ser herramientas efectivas para llegar a las generaciones más jóvenes en favor del medio ambiente. Por ejemplo, el movimiento Fridays For Future, impulsado por jóvenes activistas climáticos de entre 13 y 25 años, como iniciativa de Greta Thunberg, se basa principalmente en la percepción de activismo dentro del círculo de amigos, la identificación con otros que también se comprometen con la protección del clima y la norma ambiental personal.
Los sentimientos de autoeficacia colectiva, que reflejan la creencia en que colectivamente podemos realizar acciones significativas para mitigar el cambio climático, derivados de estos movimientos, contribuyen a reducir la frustración y desesperanza típicas de la ecoansiedad.
Otra estrategia en la lucha contra la crisis ecológica y la ecoansiedad radica en reconectar a las personas con entornos naturales, ya que la interacción directa con la naturaleza desempeña un papel crucial en la formación de la conciencia ambiental y en la promoción del bienestar personal. Particularmente significativas son las experiencias en la naturaleza durante la infancia, las cuales dejan una impresión duradera en los niños y niñas que persiste hasta la edad adulta. Por lo tanto, dedicar tiempo a lugares naturales se vincula con actitudes ambientales más positivas, un mayor vínculo emocional con la naturaleza, una mayor apreciación de la belleza del entorno, un sentido de conexión con el medio natural, una comprensión más profunda del entorno y un desarrollo de la moralidad hacia los elementos naturales.
De esta premisa se deduce que, si esperamos que las personas tomen medidas para contrarrestar las consecuencias negativas del cambio climático, es imperativo que lleguen a conocer y valorar los entornos naturales, los cuales en última instancia estarán contribuyendo a preservar. Iniciativas como los baños de bosque (excursiones conscientes en entornos naturales, principalmente en bosques, en pleno reconocimiento del entorno) y la terapia de aventura en la naturaleza desempeñan una doble función al reconducir a las personas hacia niveles funcionales de ansiedad, mientras al mismo tiempo aumentan las acciones de protección del entorno.
Sin embargo, conocer el entorno no sería suficiente; es esencial que las personas también sean conscientes de las repercusiones reales de sus acciones a favor del medio ambiente. ¿Qué conlleva optar por la bicicleta o el coche compartido en lugar del vehículo propio para ir al trabajo? Hacer más tangibles las consecuencias positivas de nuestras acciones en la naturaleza potenciará nuestro sentido de eficacia y nuestro sentimiento de control sobre el cambio climático, que en sí mismo es un fenómeno incontrolable a nivel individual. Este enfoque redundará en una disminución directa de la ansiedad ante el cambio climático.
La investigación científica actual establece que la ecoansiedad relacionada con las implicaciones actuales y futuras de la crisis climática sobre el planeta y la salud humana afecta a diversos grupos demográficos. Cuando la frustración, la desesperanza y la inquietud derivadas de la crisis climática paralizan nuestras acciones y dificultan nuestras vidas diarias, es apropiado buscar asistencia profesional. En este ámbito, encontraremos herramientas que nos ayudarán a afrontar la incertidumbre y la falta de control del cambio climático desde una perspectiva más tranquila. En términos generales, los niveles de ecoansiedad identificados tanto en adultos como en niños y adolescentes se mantienen en rangos funcionales que, a pesar de su incomodidad, no demandan intervención psicológica. Estos niveles moderados de ansiedad reflejan la creciente preocupación de las personas por la naturaleza, su propio bienestar y el de las futuras generaciones, y son fundamentales para impulsar la acción climática.
Fuente: https://www.muyinteresante.es/naturaleza/61197.html
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