miércoles, 19 de julio de 2023

Taráchine, las mujeres de Fukushima que controlan la radiación en los alimentos

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En el laboratorio Taráchine, ubicado cerca de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi en Japón, Ai Kimura y su equipo de voluntarios recogen muestras de peces de las aguas circundantes cuatro veces al año. Aunque no son científicos, dirigen este laboratorio sin fines de lucro, fundado en 2011 tras un devastador tsunami que provocó una fuga de radiación en la planta.


Después del tsunami, la comunidad local creó el laboratorio para obtener información sobre los riesgos de la radiación y asegurarse de que los alimentos que consumían fueran seguros para sus hijos. Expertos técnicos los capacitaron en pruebas de detección de sustancias radiactivas y registraron las lecturas. A pesar de no esperar un accidente nuclear, la comunidad buscó respuestas por su cuenta.


Hoy, después de 12 años, se enfrentan nuevamente a la dificultad de confiar en el gobierno japonés, que planea liberar agua radiactiva tratada de la planta en el océano Pacífico. Japón recibió la aprobación para bombear más de un millón de toneladas de agua tratada, almacenada en tanques, hacia el océano. La decisión ha sido controvertida y genera preocupación entre los lugareños y quienes gestionan el laboratorio Taráchine.


El director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, afirmó que la revisión de dos años realizada por el organismo determinó que el plan para liberar el agua tratada cumple con los estándares internacionales y tendrá un "impacto radiológico insignificante en las personas y el medio ambiente". Corea del Sur también proporcionó una evaluación similar, aunque mantiene prohibiciones de importación de algunos alimentos japoneses. Sin embargo, los residentes de Fukushima y sus alrededores no están convencidos y se oponen a la liberación del agua tratada, ya que todavía hay incertidumbre sobre el grado de tratamiento del agua contaminada.


Tepco ha estado filtrando el agua para eliminar más de 60 sustancias radiactivas, pero el agua no estará completamente libre de radiación, ya que contendrá tritio y carbono-14, isótopos radiactivos de hidrógeno y carbono, respectivamente. Aunque los expertos aseguran que estos isótopos no son peligrosos a menos que se consuman en grandes cantidades debido a sus bajos niveles de radiación, el agua tratada pasará por otra fase de tratamiento antes de la liberación, donde se diluirá con agua de mar para reducir las concentraciones de las sustancias restantes.


“El enemigo invisible”


En Fukushima, el recuerdo del "enemigo invisible", como se refieren a la radiación, persiste y genera temor entre la comunidad. Después del desastre, se estableció un área de exclusión alrededor de la planta y se evacuaron a más de 150.000 personas. Aunque muchas cosas han cambiado, aún se perciben las secuelas y la vegetación ha reclamado edificios abandonados. Incluso el laboratorio Taráchine es un ejemplo de cuánto temen los residentes al "enemigo invisible", a pesar de las garantías de que la liberación del agua tratada será segura.


En el laboratorio principal, un grupo de voluntarios lleva a cabo diversas tareas para medir y analizar la radiación en muestras de alimentos, tierra y agua. En las paredes del laboratorio se encuentran gráficos y mapas que muestran los niveles de radiación en la planta nuclear y el área circundante. Las mujeres que dirigen el laboratorio también analizan las muestras que les proporciona la población local, incluso muestras inusuales, como bellotas y trompos hechos con palillos de dientes.


El laboratorio se encarga de medir diferentes tipos de sustancias radiactivas, como estroncio-90, tritio y cesio-134 y 137, y realiza un seguimiento de sus niveles a lo largo del tiempo. Todos los hallazgos se publican en su sitio web para que estén accesibles para cualquiera interesado. Según Kimura, han observado una disminución gradual de las sustancias radiactivas en los alimentos que han medido, lo que considera un reflejo del poder regenerativo de la naturaleza.


A pesar de que el plan de liberar el agua tratada ha sido considerado un paso necesario por expertos en la limpieza de la planta, Kimura y la comunidad local se oponen a esta medida. Afirmaron que la decisión está reabriendo heridas emocionales persistentes causadas por el desastre de 2011. Sin embargo, según los jefes de Tepco, la liberación del agua es crucial para poder desmantelar la planta y eliminar los desechos radiactivos en los reactores fundidos.


La experta en patología molecular, Gerry Thomas, destacó que el miedo a la radiación es un problema más significativo que el efecto físico real de la misma. Lamentó que, después del desastre, la ciencia se vio empañada por la lucha con activistas nucleares y los esfuerzos del gobierno para demostrar que se estaban tomando todas las precauciones necesarias. Aunque el gobierno trata de mostrar cautela y preocupación por la seguridad de la población, esto ha llevado a que muchos perciban la situación como más peligrosa de lo que realmente es.


El miedo y la desconfianza persisten y resultan difíciles de superar en la región afectada por el desastre nuclear. Además, esta situación está teniendo un impacto negativo en el sustento de las comunidades locales, especialmente en la industria pesquera. Los pescadores temen que la liberación del agua tratada afecte la reputación de sus productos, reduciendo los precios y disminuyendo aún más los negocios ya afectados.


Aunque los funcionarios de Tepco aseguran que el tritio presente en los peces tiene un efecto insignificante en los organismos vivos, y han proporcionado datos y monitoreo para respaldar sus afirmaciones, algunos pescadores todavía tienen dudas. Han experimentado una disminución en la demanda y enfrentan restricciones en la exportación debido a las prohibiciones ya impuestas por otros países.


Toru Takáhashi, un pescador de tercera generación, está preocupado por el futuro del negocio familiar. Han visto una reducción significativa en los ingresos desde el desastre y temen que empeore con la liberación del agua radiactiva. Aunque los funcionarios de Tepco creen que sus esfuerzos eventualmente mejorarán la reputación y la confianza, admiten que llevará tiempo recuperar la confianza perdida.


La comunidad está dividida entre la necesidad de limpiar la planta y la preocupación por los posibles impactos económicos y ambientales de la liberación del agua tratada. A pesar de la ciencia y los datos que respaldan la decisión, algunos habitantes de Fukushima siguen siendo escépticos y temen los efectos a largo plazo en su forma de vida y su subsistencia.


Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/c88vwd6j4wdo


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