martes, 18 de enero de 2022

Retos de la transición energética en América Latina

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América Latina tiene la segunda combinación de energía más limpia del mundo. Después de Europa, solo genera el 29 % de su electricidad con energías no renovables.

En la región, varios países tienen políticas públicas para la protección del medio ambiente y la promoción de las energías renovables. En casi todos los países destacan los planes de adopción de transporte público eléctrico, la licitación de proyectos de energías limpias y la reducción de impuestos a los proyectos energéticos.

La descarbonización de América Latina marcha al ritmo de los dos mayores mercados energéticos de la región, México y Brasil.

Se espera que, para 2050, la región duplique su consumo energético. Las estimaciones apuntan que ese aumento lo asumirán los recursos eólicos y solares, que representarán la mitad de la generación eléctrica.

Uno de los retos que se tendrá que afrontar es equilibrar la intermitencia inherente de los recursos renovables con la energía de carga base, para así permitir un suministro eléctrico fiable y una transición energética sostenible en la región.

En Brasil, más del 75 % de la generación eléctrica proviene de fuentes renovables, que crecen sin parar. Se han añadido 17 GW de generación eólica en los últimos diez años, llevando su cuota en el mix eléctrico al 10 %.

Sin embargo, el dominio de la energía hidroeléctrica en la red es incuestionable, comprende casi el 60 % de la producción de energía.

Con la previsión de que la demanda de energía de Brasil se duplique en los próximos 20 años, una mezcla de generación de energía a gas y renovable surge de nuevo como la solución ideal para Brasil. Esta favorece la disminución de las emisiones de carbono y garantiza la fiabilidad del suministro incluso cuando la generación de energía renovable es baja.

El gas natural se ve cada vez más como un combustible con un doble papel en la transición energética de América Latina: por un lado, desplazando a energías no renovables más contaminantes como el petróleo para la generación de energía y, por otro, proporcionando energía de base para complementar el crecimiento de las energías renovables.

Para garantizar la viabilidad del gas como combustible de transición, va a ser fundamental rediseñar sus procesos y promover iniciativas que descarbonicen de forma proactiva su cadena de valor. El uso de energías renovables para alimentar la producción de gas, la instalación de tecnologías de detección de fugas de metano y el despliegue de tecnologías CCUS (captura, utilización y almacenamiento de carbono) o DAC (captura directa de aire) son posibles vías para lograr este objetivo.

En México, las plantas de gas natural representan actualmente más de la mitad de la capacidad de generación del país, debido a las abundantes importaciones de gas de esquisto de Estados Unidos que reducen el coste marginal de funcionamiento de las plantas de gas existentes.

La creciente penetración de las energías renovables, que en la actualidad representan un tercio de la generación, puede apoyarse fácilmente en la naturaleza flexible de la generación de gas natural existente. Esto, al menos durante la próxima década, antes de que las baterías se conviertan en una alternativa competitiva en términos de costes.

El país con la generación eléctrica más limpia de la región es Uruguay. En 2012 comenzó a reducir el uso de los combustibles fósiles para producir electricidad, sustituyéndolos por energía eólica. Actualmente, el 40 % de la electricidad del país se genera por energía eólica.

Bolivia y Argentina usan gas natural, carbón y petróleo. En Argentina crece la energía nuclear, eólica y solar, pero el carbón sigue siendo esencial. El Gobierno argentino debe replantearse la estrategia si no quiere perder el avance de las renovables en el país.

En Colombia, las centrales hidroeléctricas son las más numerosas de la región, pero con una tendencia a la baja, con una utilización cada vez mayor del carbón.

En cambio, en Perú hay cada vez más centrales hidroeléctricas debido a las importantes inversiones chinas desde 2016.

En Guatemala la electricidad se genera en su mayoría por centrales hidroeléctricas, un 52 % de capacidad instalada, las centrales térmicas con un 40 % y la cogeneración con un 8 %.

En Chile, el 53,3 % de la capacidad instalada son fuentes renovables (24,0 % hidráulica; 17,8 % solar; 9,9 % eólico; 1,5 % biomasa; 0,2 % geotérmica) mientras que el 46,7 % corresponde a fuentes térmicas (17,8 % carbón, 17,6 % gas natural y 11,3 % petróleo).

La movilidad eléctrica también es una prioridad en América Latina. El transporte público eléctrico es un sector en auge, especialmente para México y Brasil.

A principios de 2021, había 1.230 autobuses eléctricos en circulación en América Latina, y Chile es el país con más vehículos en movimiento: 452. Le sigue Brasil con 250 y México con 238. La mayoría provienen de China, lo que podría cambiar en el futuro. Hay tres fábricas de la empresa china BYD para el montaje de autobuses eléctricos y baterías de litio en Brasil, Argentina y Colombia.

En este contexto, se necesitan considerables inversiones para financiar la transición energética en América Latina. Después de la solar y la eólica, el gas natural es la tercera fuente de energía que más inversiones necesitará en los próximos 30 años.

A medida que la demanda de energía se duplique en las próximas décadas, la eólica, la solar y el gas seguirán desempeñando un papel cada vez más importante en la transición energética de América Latina.

Los incentivos gubernamentales, las continuas inversiones y los préstamos chinos serán fundamentales para su desarrollo. A pesar de los grandes problemas derivados de la pandemia, el proceso de transformación energética e inversiones no se ha detenido.

Fuente:
https://ecoinventos.com/retos-transicion-energetica-en-america-latina/




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