Un estudio reciente revela el costo ambiental oculto de la guerra: expertos estimaron el impacto ecológico generado por el enfrentamiento en la Franja de Gaza. El militarismo está ligado también a la justicia climática: las emisiones de gases de efecto invernadero crecen paralelamente al gasto militar en cinco regiones del planeta.
Los conflictos armados en Sudán, Yemen, Somalia, Nigeria, Myanmar y la República Democrática del Congo se suman a la escalada entre Israel e Irán, el genocidio en Gaza y la tensión Rusia-Ucrania. El gasto mundial en armamento y defensa alcanzó 2,718 millones de dólares en 2023, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Este aumento bélico ha desviado la atención del cambio climático, agravando la crisis ambiental. Un estudio reciente destaca que la huella de carbono de los primeros 15 meses en Gaza excede las emisiones anuales de 36 países.
La destrucción en Gaza
A 20 metros del muro israelí hay un olivo que, según el Ministerio de Agricultura palestino, tiene 5,000 años. Sus raíces, a 25 metros bajo tierra, resistieron explosiones, pero miles de árboles han sido destruidos.
Desde 1967, Israel ha talado cerca de 800,000 olivos, arrancando especies nativas para plantar otras foráneas. En Cisjordania y Gaza, casi la mitad de las tierras agrícolas eran olivos, vitales para la economía familiar y símbolo de paz en medio del conflicto. Las hostilidades causaron 1,139 muertes en Israel y más de 55,000 en Gaza, junto con graves daños ambientales.
Un informe de la ONU de junio 2024 estimó que la guerra dejó más de 29 millones de toneladas de escombros, algunos contaminados con municiones sin explotar y sustancias tóxicas. Se calcula que 10,000 cuerpos yacen bajo los edificios destruidos, mientras los vertederos están saturados y las aguas residuales contaminan playas y acuíferos, provocando brotes de enfermedades como diarrea, sarna e ictericia en Gaza.
Desde el ataque de Hamás en octubre de 2023, Israel lanzó operaciones militares que se extendieron a Líbano, Irán y Yemen, incrementando emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), según un estudio publicado en mayo. Se calcula que en 15 meses, las emisiones de carbono fueron casi 1.9 millones de toneladas de CO2, equivalentes a las de 36 países. Sumando emisiones por túneles de Hamás, el “Domo de Hierro” israelí y la futura reconstrucción, la cifra supera 32 millones de toneladas, más que las emisiones anuales de 102 países.
El respaldo internacional a Israel, incluyendo Estados Unidos, se refleja en el impacto ambiental: el estudio concluye que el ejército israelí generó el 50% de las emisiones directas del conflicto, mientras que Hamás sólo el 0.2%. Aunque el estudio cubre periodos clave del conflicto y regiones vecinas, especialistas como la doctora Maritza Islas Vargas creen que el impacto real está subestimado.
“El estudio no considera gases muy contaminantes como el metano”, explicó la investigadora en un podcast.
Organizaciones internacionales acusan a Israel de genocidio y ecocidio.
Aunque el ecocidio no está aún en el derecho internacional, grupos como el Centro Al Mezan y la Liga Internacional de Mujeres por la Paz consideran que la devastación ambiental en la región cumple con la definición legal de “actos ilícitos o temerarios con probabilidad alta de causar daños graves, generalizados o duraderos al ambiente”.
La guerra y el clima
No es la primera vez que se mide el impacto ambiental de un conflicto. Un informe de la Iniciativa para Contabilizar los Gases de Efecto Invernadero de la Guerra (IGGAW) en el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania calculó que la guerra generó más de 229 millones de toneladas de CO2, igual a la contaminación anual de 120 millones de autos de combustión.
Actualmente no hay un cálculo global actualizado, pero un estudio de Scientists for Global Responsibility señaló que en 2022 al menos el 5.5% de las emisiones mundiales de GEI estaban vinculadas a conflictos o fuerzas militares.
Con la escalada en Medio Oriente, SIPRI alerta que en 2024, nueve países con armas nucleares —Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel— mantienen programas activos para modernizar y aumentar su arsenal.
Además, nuevos países comienzan a invertir en armas nucleares. SIPRI advierte sobre “una peligrosa carrera armamentística nuclear en un momento en que los acuerdos de control están debilitados”.
Las armas nucleares, con impactos ambientales devastadores por radiación, incendios y explosiones térmicas, agravan la crisis climática y desplazan esfuerzos para combatirla.
Fuente: https://www.milenio.com/internacional/guerras-de-iran-israel-y-gaza-empeoran-crisis-climatica-estudios
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